sábado, 14 de junio de 2008

Columna de Gandolfo

Evaluar la evaluación, Pedro Gandolfo
Publicado el sábado 14 de junio en El Mercurio

En los muchos años que llevo haciendo clases, la evaluación de mis alumnos ha sido siempre un quebradero de cabeza. He sido dócil, y en no pocas oportunidades he aceptado ser "capacitado" por los profesionales, pese a lo cual sigo actuando un poco a tientas.

No obstante, esa experiencia me ha brindado dos lecciones: en primer lugar, que no todas las áreas del conocimiento pueden ser evaluadas aplicando los mismos tipos de instrumentos. Si se está enseñando filosofía, historia o literatura, la manera de evaluar el logro de los objetivos no debe ser la misma que si lo que se enseña es derecho o medicina ni, menos aún, biología, física, química o matemática. Es preciso ser respetuoso de la naturaleza específica de cada saber. Evaluar (en la medida en que eso es posible) si un alumno "comprende" un poema y es capaz de estimarlo, es una operación muy distinta de demostrar un teorema matemático, interpretar un texto de Hegel o diagnosticar una enfermedad. Así, aplicar un tipo de pregunta, elaborado correctamente para un género de saber, a otro saber distinto, puede dar lugar a absurdos que recuerdan a esas paradojas con que Lewis Carroll nos hace sonreír en "Alicia en el país de las maravillas" o "Alicia a través del espejo".

La segunda lección es que así como se evalúa, se termina por enseñar: la evaluación influye en la manera y aun en los contenidos que se enseñan (casi los determina), y eso significa invertir el orden correcto. La aplicación masificada de test objetivos de alternativas múltiples (que tienen ventajas varias, por cierto) ha tenido consecuencias nefastas, sobre todo en el área de las humanidades. Desde luego, es posible enseñar y adquirir habilidades para responder correctamente esas clases de prueba, sin que ello implique que los alumnos hayan adquirido los conocimientos y habilidades esperados. Esto lo saben los colegios, y también una industria próspera que se dedica a ese adiestramiento.

Pero estoy convencido, además, de que son, por naturaleza, una herramienta de evaluación inadecuada para esos saberes. Los folletos que la U. de Chile viene distribuyendo con los ensayos para la PSU relativos a "lenguaje y comunicación" son alarmantes. No dudo de la capacidad de quienes los elaboraron, de su compromiso con la educación y con esas asignaturas, pero, ¡por favor!, las preguntas son absurdas y hasta cierto punto serían cómicas si no transparentaran contenidos y metodologías que, quizás, son parte de la causa de que las habilidades de comprensión y redacción de textos de las nuevas generaciones vayan directo a la baja. Hay que evaluar la evaluación.

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