lunes, 5 de enero de 2009

Talento, pobreza y educación superior

Por CARLOS WILLIAMSON B.
Prorrector PUC


Ser un joven talentoso y pobre en Chile puede ser fuente de mucha frustración, ya que la igualdad de oportunidades, lugar común de muchos discursos públicos, tropieza con la cruda realidad de un sistema escolar y universitario, en muchos planos, injusto y discriminatorio. Ya sabemos lo que le espera a un niño de familia indigente que ingresa a un liceo municipal sin recursos y profesores que entienden poco de lo que enseñan. Se dice que con la creación de frondosas corporaciones con acceso al financiamiento especial para los colegios municipales, las cosas podrían cambiar. Nadie sabe si esta nueva burocracia ayudará a la educación; lo que sí sabemos es que en la práctica al Estado parece importarle más proteger a sus instituciones que a las personas: la ayuda no llegará a los estudiantes de escasos recursos que pertenezcan a los colegios particulares subvencionados. Muchos de ellos tendrán que seguir esperando.

Si pese a todo, el joven pobre pero talentoso supera todas las barreras y se gradúa con honores en la media, no tiene asegurado el ingreso a la educación superior. Debe competir por un cupo rindiendo una buena prueba de selección a sabiendas de que no conoce todos los contenidos, no cursó un preuniversitario y no pudo dormir bien la noche anterior porque su vivienda es demasiado pequeña, calurosa y hubo exceso de ruido. Con todo, ocurre a menudo que la disciplina y el empeño tienen recompensa y obtiene un alto puntaje en matemáticas. Habrá algarabía en su población. Parece que al fin se acaban las angustias y la palanca de movilidad social comienza a operar para él. Pero cuidado, falta mucho por delante. Se supone que ahora viene el ingreso a la carrera e institución de su preferencia y, por supuesto, con entusiasmo declara su elección por una de las dos mejores universidades del país. Sin embargo, nunca tuvo profesores destacados de castellano y no rindió una buena prueba de lenguaje, por lo que no le alcanza su puntaje y deberá contentarse con otra alternativa universitaria. No sólo eso. Una vez que se decante el aspecto académico, le faltará enfrentar todavía lo peor: su condición de pobre en un sistema de financiamiento estudiantil con abundantes distorsiones, que no le asegura acceso equitativo.

¿Sabía usted que si nuestro joven postula a una institución particular creada después del año 1981 recibe un crédito con aval del Estado al 8% que debe amortizar por el total de la deuda, y si lo hace a una creada antes de esa fecha, digamos que con los mismos años de acreditación, la tasa es del 2% y en la práctica va a pagar el 50% de la deuda? ¿Y sabía que si ese joven ingresa a una universidad de estas últimas con sólo obtener más de 550 puntos en la PSU, puede estudiar en buena medida gratis, pero si lo hace a un centro de formación técnica, deberá trabajar por largo tiempo para pagar su deuda? No sólo eso, estas ayudas van exclusivamente a los "más pobres". Si por desgracia pertenece a una familia con ingresos por persona por encima de 270 mil pesos mensuales, entonces superó el umbral de pobreza, se le considera no elegible para ayudas y simplemente no tendrá financiamiento.

Usted también escuchará decir que si bien hay discriminación, al menos hay financiamiento para todos los "más pobres". Es cierto, pero la elección no será libre. Si las aspiraciones del estudiante son muy altas, su frustración tendrá iguales dimensiones: no estudiará lo que quiera y donde quiera.

En efecto, el mismo joven talentoso, brillante en matemáticas, quiere estudiar ingeniería civil en una de las universidades de su segunda elección. Su familia no tiene ingresos, de modo que confía en el discurso público que asegura que la equidad es un principio que no se transa. Para su sorpresa, no podrá estudiar en ninguna de ellas: el crédito del Estado cubre sólo un porcentaje del arancel de matrícula y queda una diferencia de alrededor de un millón de pesos anuales que no puede solventar. La universidad le dice que puede prestarle hasta 500 mil pesos, y el banco le pide garantías por el resto que ni su familia ni sus amigos pueden dar. Tendrá que mirar otra carrera o universidad. A estas alturas la alegría inicial empieza ya a desvanecerse.

Por eso, el discurso político de saltos radicales en la educación suena demasiado retórico. Hay miles de jóvenes pobres que quedan al margen por la mala calidad de su educación media, otros que superan esa valla no reciben financiamiento para la educación superior, y los elegibles deben cruzar los dedos para no ser abiertamente discriminados. Ese es el Chile que aún tenemos.

Fuente: http://blogs.elmercurio.com/columnasycartas/2009/01/05/talento-pobreza-y-educacion-su.asp

No hay comentarios: